Desde la primera Conferencia Mundial sobre la Mujer que se llevó a cabo en esta misma ciudad hace cuarenta años, ha habido progresos en cuanto a igualdad de género. Sin embargo, a pesar de una mayor participación, la inferioridad de representación de las mujeres en la política, la economía y otras esferas de poder en general sigue siendo alarmante. Sin la contribución de las mujeres, las decisiones no reflejan los intereses de la población, no son democráticas y no son, por lo tanto, legítimas.
Hemos progresado, pero mucho menos de lo esperado y de lo necesario. La revisión de la implementación de la Plataforma de Acción de Beijing liderada por el Secretario General de las Naciones Unidas tuvo una acogida excepcional, con respuestas por parte de 167 países. Sin embargo, los resultados muestran que, lamentablemente, en todas las áreas estamos todavía lejos de alcanzar los objetivos originales.
Para ilustrar la situación, sólo 14 de los 193 Jefes de Gobierno de los países miembros de las Naciones Unidas son mujeres, es decir, un 7,3%. Sólo el 17% de los ministros de los gobiernos del mundo son mujeres. Las mujeres apenas representan un 22,3% en los parlamentos. Todos estos datos están muy lejos del balance de género establecido como meta en Beijing.
Tenemos que reconocer que, de re-abrirse hoy la agenda de Beijing, en un Beijing+20, muchas de las metas acordadas tendrían riesgo de ser revisadas para retroceder, no para avanzarlas. Hay una peligrosa corriente que desafía los logros obtenidos y, sobre todo, cuestiona la profundización de los compromisos para lograr la autonomía física, la autonomía económica y la autonomía política. Es importante permanecer alertas a estos signos de retroceso e impedir que se concreten. Las recientes deliberaciones en la Comisión del Status de las Mujeres así lo demuestran.
La adopción de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible incluye el objetivo individual de alcanzar la igualdad de género y empoderar a todas las mujeres y niñas. Además, esta Agenda, al incluir la igualdad de géneros en los demás objetivos, ofrece una nueva oportunidad para que estos temas logren prioridad en la agenda política.
Desde el punto de vista de igualdad de géneros, los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) representan un paso adelante significativo con respecto a los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Los ODS incluyen los aspectos de género como componentes fundamentales para comprender las situaciones relativas a la pobreza, el hambre, la salud, la educación, el agua y la sanidad, el empleo, la reducción de las desigualdades entre y dentro de los países, la seguridad en las ciudades y los asuntos de paz y seguridad en el mundo.
De manera que la Agenda 2030 presenta un serio desafío para los próximos 15 años y, al mismo tiempo, una gran oportunidad. Para aprovechar esa oportunidad hacia la profundización y el aceleramiento de la participación de las mujeres en la toma de decisiones se requiere un enfoque amplio y completo, y las mujeres parlamentarias podrán desempeñar un papel fundamental.
Sabemos que el objetivo de la inclusión requiere atacar inequidades complicadas y que la discriminación de género se suma a otras formas de desventajas: las socioeconómicas, las geográficas, las de raza, casta o etnia, las de sexualidad o las de las distintas discapacidades, y todas ellas se combinan para limitar las oportunidades de las mujeres y las niñas.
La interacción y el compromiso nos permitirán acelerar el desarrollo en el camino de la igualdad de género para beneficio de toda la humanidad.
Extraído del discurso de la Jefa de Gabinete de la ONU, Susana Malcorro, en el Foro Global de Mujeres Parlamentarias WIP 2015, 8 de octubre, México.