Foto: Rafael Yohai
La transformación cultural profunda respecto al sistema patriarcal que construyó la sociedad sobre la idea de superioridad de los hombres sobre las mujeres aún no se ha producido. Si bien ha aumentado en la región un discurso de condena pública frente a las diferentes violencias contra las mujeres, ese discurso aún es insuficiente, esporádico y casuístico, y las políticas públicas que acompañan esta condena siguen siendo temporales y en muchos casos poco estructurales. Por supuesto, la región tiene diferentes niveles. Hay estados con mayores índices de violencia contra las mujeres. La región americana es la que tiene una mayor brecha entre reconocimiento de derechos y realidad efectiva del ejercicio de nuestros derechos como mujeres.
Frente a este problema las medidas de prevención quizás son las más desafiantes para la región. La mayoría de nuestros países ha desarrollado legislaciones, planes nacionales, estructuras para atender los casos. Sin embargo, la mayoría de quienes trabajan en ellos no están preparados para recibirlos y generar procesos efectivos de seguimiento de las denuncias. La mayoría de mujeres que muere víctima de sus parejas ha acudido previamente a alguna instancia en búsqueda de ayuda. La muerte violenta de mujeres por parte de sus parejas o ex parejas suele ser una crónica anunciada y parte del drama de estos casos es que ya más de un organismo tenía conocimiento de la situación que vivía la víctima. La muerte violenta de mujeres, el femicidio o el feminicidio opera en contextos de impunidad en toda la región porque los procesos de transformación cultural aún son incipientes. Las mujeres aún llegan y denuncian a organismos que ponen en duda su palabra, que piden testigos, que cuestionan su comportamiento. Ellas no confían en los sistemas de protección ni en los sistemas de justicia diseñados para atender la violencia, por lo que aún queda mucho camino por recorrer.
En los países con más causas tramitadas y resueltas en casos de femicidios, como Costa Rica, se ha disminuido el índice de femicidios, pero no así el índice de otros tipos de violencia previa a éste. Igualmente en países que han desarrollado esquemas de protección más efectivos se disminuye el femicidio pero aumentan los intentos. Es decir, no es que se disminuyó la violencia, es que se desplegaron mejores herramientas de protección.
Sin embargo, no sólo las leyes o los tribunales son la solución. Los presupuestos destinados a atender el fenómeno de violencia contra las mujeres tienen que aumentarse y dirigirse a procesos permanentes y estructurales de transformación cultural en todos los ámbitos de nuestras sociedades. Un hombre que asesina a su pareja o a su ex pareja cree que tiene un poder disciplinario sobre ella que le permite llegar a ese extremo, pero una sociedad que no es eficiente en la condena lanza el mensaje de que esa acción es correcta promoviendo por omisión la continuidad de este flagelo.
En ese sentido, cabe que anotar que los medios de comunicación son parte esencial del proceso. Tienen un papel de promoción de derechos de las mujeres, así como de la importancia de su papel en nuestra sociedad. Al mismo tiempo, deben condenar los discursos que masifican y reproducen las ideas de subordinación de las mujeres, que profundizan las causas de la violencia y la discriminación. Lamentablemente, nuestra región sigue teniendo los más altos índices de reproducción de roles y estereotipos que alimentan esta violencia.
Desafortunadamente, los países de América no entran en el listado de países con menos índices de violencia. Países como los escandinavos, que manejan menores índices de violencia, tienen el tema de la reproducción de roles estereotipados altamente resueltos. La educación igualitaria empieza desde los primeros años de vida y la respuesta de la justicia es efectiva desde el primer momento en que las mujeres se acercan a pedir ayuda. Eso aún no lo hemos logrado en nuestros países.
Erradicar la violencia contra las mujeres no es imposible, pero requiere multiplicar los esfuerzos que se están haciendo, que aún son insuficientes. La experiencia reciente de países de la región como el caso de Argentina en que la sociedad masiva salió a cuestionar la violencia contra las mujeres ha sido muy importante. Claramente los resultados inmediatos no son aún esperanzadores pero una sociedad que condena colectivamente la violencia contra las mujeres es una sociedad que va en el camino correcto.
Extraído de la entrevista “La transformación cultural profunda aún no se produjo” realizada a Luz Patricia Mejía, Secretaria Técnica del MESECVI por Mariana Carbajal y publicada en el diario Página 12. Disponible en: http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-284132-2015-10-19.html